jueves, 13 de agosto de 2009

Esto se merece un tacle de aquellos: los micros.

El ajetreado tráfico de la ciudad de Lima:

Como todos saben y presencian cada día, es una verdadera joda. Es un mundo paralelo donde la pérdida de lógica es entendida y asumida por la costumbre creada en base al mal gusto y a la falta de moral. Sin embargo, ese contexto merecería un tacleo a todo el Perú, lo cual es imposible de realizar (además que me tendría que taclear a mí mismo también). Lo que si me enerva con todo son los micros conchudos, y de esto estoy seguro que muchas personas concuerdan. Su naturaleza como ente errante primitivo ha desenganchado en la sociedad una suerte de posicíón frustrada. Básicamente, no se puede hacer nada ante su imponente poder de tamaño más que una impotente queja de claxon o un típico 'hijo de puta'. Más aún, quejarse no vale de nada ni con la policía, pese a que últimamente se esté respetando un poco más (discutible). No obstante, el punto clímax de este ajetreado caso es el de la avenida Javier Prado, la avenida más concurrida por lo general, incluyéndome en la lista de espera. En este caso particular, específicamente en el cruce con la avenida Arenales en hora punta, si uno se pone a analizar la situación lo único que puede ver es CAOS. No basta con la molestia de tener una policía de tránsito que administra mal los tiempos de cruce, no, resulta que en esos instantes a los micros les surge la necesidad de cruzar, pasar y prácticamente cagarse en todas nuestras madres. Por más que la cola kilométrica de carros haya esperado la palma de la irrecorregible policía durante largos minutos, los micros ya tienen su estrategia clara. Por lo menos algunos prenden las luces direccionales. ¿Qué no se dan cuenta que si van de frente realmente llegan más rápido? ¿Acaso vale la pena 1 puto peatón más que rellene su diminuto espacio físico? Al final, las trenzas de carros se van formando y los que realmente logran atravesar después de 30 minutos dicho nudo se convierten en sobrevivientes del acoso micral. Por este motivo es que todo micro, porque en estos casos no los reconozco ni como chofer ni como cobrador sino más bien como un todo asqueroso, que hizo, hace y piensa hacer mañana dicho atropello a la ética, se merece un respectivo TACLE!, una patada doble, triple o múltiple en la cara, en la pupila o en mi preferido omóplato y si uno no llega a estirarse tanto, con la palma irrecorregible meterles un palmazo en la tráquea, que también suena chevere, basta.

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